¡Alehop! (2ª parte)

Puedes leer la 1ª parte aquí: ¡Alehop! (1ª parte)

La pesadilla empezó en el polideportivo. No estoy seguro, tengo un desajuste temporal importante que me supera. Sí, concretamente en la sauna húmeda: un espacio de cuatro metros cuadrados, una pared y media de vidrio, el suelo rugoso antideslizante y con una doble hilera de bancos, unos inferiores y otros superiores. Toda ella está alicatada con losetas y gresite blanco, excepto el techo del que salían unas luces de colores, supuestamente relajantes.
Ese día me quedé adormilado dentro de la sauna de vapor. Me desperté sobresaltado, o eso creo; quizá fue un sueño, no lo puedo asegurar. Me descubrí empapado de un sudor frío; no veía nada por la gran cantidad y espesor del vapor a mi alrededor. Él llegó, como siempre, orgulloso de su musculatura. Entró en la sauna, saludó al personal, se colocó bien la pulsera tobillera y me miró de reojo antes de sentarse junto a mí en el banco.
—¡Vamos a la sauna seca! —me dijo al cabo de unos pocos minutos.
Salimos de la sauna de vapor. Yo fui a la ducha que pulveriza agua fría y caliente de forma automática, bitérmica la llaman, con música. Él se dirigió directamente a la ducha de contraste: un cubo de agua a temperatura ambiente que se vacía de golpe.
—Nunca te atreverás ni con el agua fría —me dijo en voz baja.
—¿Por qué me dices eso?, ¿por qué me hablas con ese tono? —contesté.
Antes de entrar en la sauna seca, me abrió la puerta.
—Coge la toalla, las normas están para cumplirlas —dijo en voz alta para que todo el mundo pudiera oírle.
—Ya la llevo, no hace falta gritar —contesté.
Entré y me senté con normalidad. Era un espacio de dimensiones y diseño similar a la otra sauna, pero de madera, excepto el suelo cubierto por unas losetas diferentes, más lisas y menos rugosas. La luz ligeramente más cálida y difusa. Él entró a continuación, se sacó las chanclas y empezó a hacer estiramientos delante de todos los presentes durante unos tres minutos. A continuación, se apoyó con las manos en el banco superior mientras nos miraba con una sonrisa, subió a pulso poniendo en tensión sus bíceps y tríceps hasta sentarse en la zona alta para poder dominarlo todo. Incluso cuando acabamos la sesión de sauna, no descendió del banco como todo el mundo. Tomó impulso, puso sus músculos en tensión y se lanzó de un salto hasta el suelo con un ¡alehop! Después, nos volvió a mirar a todos con su sonrisa impostada, se puso las chanclas y se despidió de las personas que allí quedaban mientras me indicaba que le siguiera con una mirada.
Nos despedimos a la salida del vestuario y marché hacia mi casa. Todo yo era un manojo de nervios. Cuando llegué a casa, creí que me sentiría a salvo, pero no fue así. Estaba intranquilo, comencé a sentir falta de aire, no sabía qué me pasaba y el corazón me latía cada vez más rápido de forma desigual y desacompasada. Fueron solo unos minutos pero me parecieron horas, me asusté muchísimo.

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Qué desasosiego en esta segunda parte. Se siente la opresión de ese personaje nocivo desde la primera interacción. Mientras la primera persona, desde ya, se nota empieza a caer en sus redes hechizantes.

Muy bien relatado. Lo imbuyes a uno en la escena y le haces sentir esas sensaciones estresantes.

Un abrazo José Luis !

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