Después de esa noche de pasión desbordada y amores intensos, Gonzalo comienza a dudar si querría exponer a Marina al virus Cov-5 pandémico, como el que se estaba desarrollando en Juan Griego Isla de Margarita.
Por muchos años, cuando ninguno de los dos había declarado su amor, había soñado inconscientemente, con la posibilidad de dejar esa actividad que en su juventud lo había apasionado, por algo más tranquilo que le pudiera permitir vivir una vida con hijos y una bella mujer como Marina.
La familia de Gonzalo, de buena posición económica producto de su trabajo, era oriunda de Maracaibo, siempre tuvieron una bella casa en la avenida El Milagro a pocos pasos del Mercado de Los Guajiros, en donde los pueblos originarios exponían sus artesanías, sus mantas tejidas con extrema delicadeza , cómodos chinchorros, carteras. Ahora ese lugar era un hermoso museo para mantener vivo el legado Guajiro. Sus padres siempre contaban como sus abuelos ingenieros petroleros, habían vivido por muchos años en una plataforma petrolera en el Lago de Maracaibo, que les dio trabajo y muchas satisfacciones, pero que con el pasar de los años y malos manejos administrativos aunados al uso irracional de los recursos naturales no renovables, la nación habría agotado las reservas.
La historia cuenta que no solo el COVID-19 había acabado con la vida de muchas personas sino también la hambruna y falta de asistencia de un estado inoperante, que solo se dedicó a extinguir esa mina de oro negro que otrora fue sinónimo de progreso para su gente. Todas esas historias hacía que Gonzalo en secreto soñara con esa hermosa tierra que lo vio nacer, y que la buena vida que le brindaba su fructífero y delicado trabajo rescatando personalidades científicas y a veces políticas en cualquier parte del mundo, no opacaría ese deseo íntimo de vivir en un paraíso con su amiga y enamorada de siempre.
Pasó una semana de pasión intensa, de ir y venir, de planes de rescate. Ese lunes muy temprano repicó el teléfono de Marina, era Gonzalo con su invitación de costumbre.
—Hola mi amor quiero que cenemos hoy donde siempre, ponte ese lindo vestido negro con ese escote por donde se asoman discretamente unas bellas rosas que me emocionan tanto— Marina sonrojada no sabe que responder ante semejante piropo. Ambos estaban ansiosos de que llegara la prometedora noche. Gonzalo escogió para la ocasión un fino traje de Clement una marca de prestigio que tenía ciento cuarenta y cuatro años vistiendo a los caballeros de buena posición económica. Ella apareció enfundada en ese traje negro que volvía loco de pasión a Gonzalo. Después de flirtear por mucho rato, Gonzalo soltó bruscamente su propuesta, su intención no era ser falto de delicadeza, sino que se presentara el elemento sorpresa en lo que tenía que proponer.
—Marina, quiero casarme contigo, pero para ello quiero renunciar a esta vida ajetreada, de riesgos de contagios de virus letales, para que nos dediquemos a vivir con plenitud, ahora tengo el sueño recurrente de estar a tu lado y creo que es el momento de retirarme y que la intensidad nos regale una hermosa vida familiar.
Marina estaba sorprendida, cuando él la llamó para invitarla a cenar, pensó que se trataba de la planificación para la misión de rescate, ella ya había conseguido un cupo para viajar a la Isla de Margarita en Nueva Esparta como enfermera viróloga agregada, su sueño madurado por mucho tiempo, y ahora venía Gonzalo con una propuesta que no estaba en sus planes. Ella quería desarrollarse en ese campo, conocer de cerca los avances médicos que acabarían con el rebrote de ese Covid que había exterminado tantas familias, era una oportunidad irrepetible y ansiaba aportar sus conocimientos que había guardado por tanto tiempo para contribuir en investigaciones que erradicaran de una vez por todas esa cepa que aparecía de nuevo y que amenazaba con acabar con muchas vidas y la economía de varios países como sucedió en el 2020. Tendría que hacer lo que fuera, para disuadir a Gonzalo de embarcarse en esta última aventura.
(continuará)
