Aventuras lunares parte III (colaboracion con @Dee_Dee, @Ludico1964, @AljandroPoetry, @Varimar)

Conocí a Gonzalo y a Marina en el ala norte de la plataforma espacial Abdenago Borjas, ambos estaban en medio de una misión de rescate de un grupo de androides, cuyo tiempo de vida útil estaba por concluir y debían ser reemplazados por una nueva generación de prestadores integrales de servidumbre, por lo que un tribunal con jurisprudencia intergaláctica, los había condenado a demolición en un centro de recolección de chatarra espacial. Yo andaba buscando residuos de aluminatos de estroncio para reparar los fotones del alumbrado público de la plataforma, cuando de pronto escuché una explosión en unos de los hangares contiguos a las acerías. Todos mis sistemas de alerta amplificados artificialmente se activaron.

—!Suéltala, trimardito— Una voz, desesperada se dejó escuchar segundos después de la explosión, su entrañable familiaridad me llevó a una deducción natural:
—aquí hay un maracucho involucrado— corrí al hangar, empujé la portezuela central bruscamente, haciendo que el impacto con los topes llamara la atención del grupo en disputa.
—Un centenario— exclamaron a la vez varios de los involucrados en la reyerta. Gonzalo forcejeaba con tres empleados del lugar, mientras que Marina permanecía inmóvil envuelta en una red de fibra carbónica que se ajustaba cada vez más a su cuerpo con cada pulso de su respiración.
─!Soy centenario¡, !desactiven la red¡… ¿puede alguien explicarme qué ocurre?─

Los centenarios son un grupo de ancianos con más de cien años de edad que décadas atrás, se habían sometido voluntariamente a un plan piloto de regeneración celular, impulsado por un comunidad científica universal, estaban diseminados por toda las colonias y tienen facultades plenipotenciarios en todas las áreas de servicio público, para actuar como jueces de paz, suscritos a un centro monitoreado por sabios justos y honestos que reemplazan a los depuestos cuerpos policiales.

—He dicho que desactiven la red , ¿acaso quieren asfixiar a esa mujer? ─
Un robot del cuerpo de vigilancia marcó un código en su antebrazo y la red lentamente liberó a Marina, acto seguido la red fue succionada por un cilindro al vacío que luego se ocultó en el techo.
Gonzalo corrió al lado de Marina, le ayudó a incorporarse, mientras los empleados me explicaban que esas dos persona habían irrumpido en el hangar con el fin de liberar a un grupo de humanoides condenados a desenergización previa a la demolición. Gonzalo con el rostro enrojecido, refutaba encolerizado.

—!Vergación, pero decíme cuánto es la fianza, yo tengo los cobres para pagarla¡—

Un hombre gordo y alto de cabellos rubios, que gerenciaba el lugar, mientras descendía de unas escaleras marmoleadas que conectaban con su opulenta oficina, decía:

—No hay valor para la fianza, estos androides han sido declarados excedentes sociales, y deben ser destruidos, para dar paso a una generación más eficiente, totalmente autosustentable energéticamente, sin las contaminantes baterías de litio que usan estos asquerosos bichejos ─.

—Es un crimen, dijo Marina —estos bichejos como tú los llamas tienen cincuenta años cuidando y alimentando a hijos de gente de carne y hueso, mientras muchos de ustedes construían sus fortunas, los androides tomaban la temperatura en las fiebres de los niños, balanceaban su alimentación y los llevaban al colegio, merecen otra oportunidad, ellos han desarrollado memoria y un solo androide es más honesto, más leal y decente que todo el conjunto de seres humanos que hoy los condena.

Gonzalo que se había recostado al pie de la escalera, para calmar sus calenturas, espetó con toda malicia:
—Aunque a ti se te nota que nunca te cuidó uno de ellos, de lo contrario no te habría crecido tanto la molleja é panza esa que te gastáis—

En ese momento recibí una señal en mi ordenador incorporado en los tegumentos epiteliales, proveniente del centro de sentencias.
Procedí a leerla en voz alta
—La custodia de los androides se la asigna de forma inmediata e irrevocable a Gonzalo Montiel y Marina Larriva, y la fianza por la totalidad de los prisioneros se fija en 3,14159 Momoyes (la nueva criptomoneda universal).

Marina gritó de alegría y se abalanzó en los brazos de Gonzalo, quien recibió su cuerpo con alegría en todo su peso y comenzaron felices una danza como dos locos girando por todo el hangar.

(continuará)

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Tremendo éste capítulo de la saga.
Qué aventura vivida por esta pareja lunar.
¿En qué terminará todo?

Saludos amigos @Dee_Dee @varimar @ludico1964

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Jajajja ya veremos la pincelada final. Saludos @Dee_Dee, @ludico1964, @AljndroPoetry

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:two_hearts: Este episodio nos deja emocionados, con una mezcla de alegría y sorpresa y el pulso a mil por hora!!
Entre la espontaneidad de Gonzalo, la calidez humana de Marina, la autoridad del centenario y los

Nos basta para quedar enamorados!

Abrazos mis queridos @AljndroPoetry @varimar @ludico1964 una vez más feliz de su compañía

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Muy buena continuación, excelente. Abrazos cariñosos.

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Está muy ameno la lectura, pero, me falta la parte I y II.

Saludos Zenaida.