Gracias Martha! Bienvenida a mi rincón, compañera.
Saludos!
Maravillosamente descrita esa soledad.
Qué tremendo todo…
Buen trabajo
Gracias, Gali. Así es, pero hay que seguir adelante.
Un abrazo fuerte!
Gracias, compañero! Sé bienvenido a mi rincón.
Un saludo!
De lo mejor que te he leido…,muy bueno
Gracias, compañero!
Saludos y abrazos.
Que bueno, pero que bueno, un poema muy sentido y lleno de espléndidas metáforas, por un momento recordé aquella canción de Mercedes Sosa:
Cuando llueve me dan no sé que las estatuas
nunca pueden salir en pareja con paraguas
y se quedan como en penitencia solitarias.
cierto que en esta cuarentena es la soledad quien se ha paseado por las calles
Un saludos cordial Maria
Y seguirá paseándose por las calles.
Anoche nos volvieron a confinar en el municipio donde vivo…
Muchas gracias por tu comentario y por ese regalo hermoso de Mercedes Sosa. Me encantaban sus canciones, hace mucho que no la escucho…
Un abrazo y cuídate, que hay que aguantar!
Que bonito homenaje.
Saludos,
Muchas gracias, Chus!! Un beso fuerte
Hermosos y sensibles versos.
Leo este poema y siento parte de mi sangre correr por esas tierras… qué maravillosa descripción, admirable y elegante!
Me encanta el arte de tu pluma, María!
Abrazo de paz!
Muchas gracias, Martha!
Gracias, Silvy!! Bonito tu comentario, por estas hermosas tierras te espero!
Un abrazo grande!!
Hola María.
Seguro que la Giralda, como le ocurrió a las calles, a las plazas, a los muros, a los árboles, a los pájaros, al cielo azul o gris y a la lluvia que caía fina o desmelenada, pero limpia… nuestra soledad les vino vienen, para volver por los fueros de su propia existencia.
Abríamos las ventanas… y el olor de aquel marzo y de aquel abril, era el perfume de la verdad, de la naturaleza que no miente… Hasta las gaviotas dejaban de acercarse a los tejados y los balcones buscando lo que les robamos de su mar y sobre las rocas de la playa o en la orilla que acariciaba sus patas y sus plumas blancas, disfrutaban del fruto de las olas y de las calocas que se posaban dormidas, mientras el sol renacido como siempre en primavera, agasajaba sus modos y su razón de ser.
¿Y qué aprendimos nosotros y vosotras de aquella soledad de soledades…?
Seguro que la Giralda espera… que vuelva su soledad, porque las personas que pasamos a su vera, no aprendimos nada de la nuestra…
¡Soledad, de soledades…!
Un abrazo María.
Un poema de una belleza profunda… apoyada en esa soledad que se palpa en cada verso… Me ha encantado esa mezcla de tristeza, sobriedad, misterio e historia que acaricia los sentidos. Un poema maravilloso, como siempre María. Besitos, amiga.
Consuelo de la Giralda es ver que a su alrededor la soledad cubre también, calles y aceras, voces y andanzas.
¡Hermosos tus versos que alegran la soledad de un paisaje abrumado!
¡Abrazos cariñosos, querida María!
Desde luego es un placer leer tus comentarios, porque son…pura poesía en sí mismos!!
Muy de acuerdo en lo que dices del confinamiento y cómo la naturaleza y su vida seguían su curso natural…
Mi intención al escribirlo era resaltar esa soledad de calles, plazas, monumentos sin la vida que nosotros le proporcionamos, extrapolando esa soledad a nosotros…
Qué aprendimos…te preguntas. No sé que decirte, porque si aprendemos algo con estas cosas que nos suceden, después…se nos olvida y caemos en los mismos errores. La condición humana, amigo…
Gracias por leerme, amigo. Cuídaos mucho, te envío un abrazo fuerte.
Mil gracias, amiga! Casi, casi estamos ya como estuvimos cuando lo escribí…pero seguimos adelante sorteando los obstáculos…que son muchos.
Un abrazo fuerte y a cuidarnos todo lo que podamos!