Oscura está la habitación de mi alma.
Hasta los silencios huyeron despavoridos
antes de cerrar la última ventana.
El arce desfallece y se abraza
con sus atribuladas ramas secas,
esta mañana sacrificó
su última hoja de esperanza.
Se la dió al otoño gris
que me obsequió
su última sonrisa ocre ilusión.
Tengo el paladar marchito,
trago saliva de un pozo seco
al que no le quedan gotas de fe.
El futuro es una bola disforme
de sueños fracturados.
Afiladas dagas caen del techo,
con tino mortífero
se incrustan en cada poro,
en cada herida mortecina,
de la calcinada piel
que cubre mi pusilánime figura.
En esta extensa planicie de oscuridad
ni mi sombra me hace compañía,
se quedó allá afuera,
columpiándose del neumático
de una vida ancestral
en la que quizás, fui feliz.
El reloj de arena
en el centro de mi habitación,
es una silueta difusa
con contornos de mujer ardiente.
Cada grano de arena que cae
me recuerda la cuenta reversa
e irreversible de la vida
que se me escapa a borbotones.
Quiero vivir,
quiero ver el sol,
quiero oler la primavera,
abrir las ventanas de mi alma
tan solo una vez más.
Desnudo me arrastro a cuclillas
por kilometros interminables de oscuridad,
en el aire respiro cristales de muerte,
imposible llegar al lindero de mi alma.
Quiero llorar un río de tristeza,
mas la fuente de mi alma
es un árido desierto
sin agua salina para las lágrimas.
Nada queda, solamente . . .
Oscuridad.
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Poesía de Alejandro Cárdenas
Reminiscencias poéticas Abril 2017verso libre