La cerveza fría y espumosa
atraviesa mi garganta;
es como un antídoto
contra el olvido.
Cada sorbo que bebo
cura mi pésima memoria,
y no es que no quiera recordar
mas el tiempo es tan corto
que no queda de otra que seguir
con mi destino:
Tener un pensamiento errante,
huyendo tal vez de todo aquello
que sometió mi ser.
El vahído del alcohol
hace las horas más ligeras;
no bebo porque esté triste
ni mucho menos alegre,
si bien es cierto que la vida
tiene un ciclo por cumplir
y reglas qué quebrantar
yo no fío en ninguna,
en mí, yacen todas muertas.
*Tercer poema de la serie: [El diablo de los poemas.]
El anterior poema es: Sin punto final