Compás de espera.
Marca su tic tac el tiempo
en la esfera de estos días entrelazados,
derramados, esparcidos
por la alfombra.
Días iguales
de infinita y amarilla
laxitud.
Ya los miedos se fugaron
y en su quietud
permanecen los silencios
resonando en el bochorno
de la tarde.
Ya ni sombra…
que se asienta en las rutinas.
Ya no asustan soledades
ni distancias,
ni siquiera el dolor
ni la inquietud.
El cuerpo se acostumbra
y se acomoda como puede,
no se resiente, ni protesta.
Indiferente,
se instala el hastío
en la mirada.
Intenta el alma
escapar por la ventana…
¡Huir!
Un tiempo muerto
suspendido entre mis manos
que no saben qué hacer
y se detienen
en los minutos estancados
de un reloj que atrasa,
como un mar
de olas lentas.
Me confunden
el mañana…o el ayer.
Aprisionado el hoy,
emparedado
en el filo de mi piel.
Un interludio vago
interminable
entre dos actos.
Como notas de piano
entrecortado, interrumpido,
discordante,
como un precipicio
que se abre.
La inercia
de lo que no pudo ser.
Sobre las teclas
de mis dedos
se deslizan
cuatro silencios
de negra.
Luego suave…
…suena en el aire una sonata de Chopin.
(Por la ventana…se escapa y huye el alma)
Pintura: “Interior con una chica en el piano” 1901. Vilhelm Hammershoi