Levanto mi hacha
de verdugo
y de un tajo tan limpio
como el límpido cielo
corto la cabeza de mi víctima
un hilo de sangre destella
en cada grado
de la circunferencia imperfecta
de mi cuello,
me desangro en la sangre
del río escarlata del ocaso
─ y muero ─
y vuelvo en el brillo
de la hoja de acero
del hacha con que maté
y por la cual fui muerto
y otra vez
─ respiro ─
y ya no soy más verdugo
y ya no soy menos víctima
soy utensilio e instrumento
de muerte
prisionero de la muerte
esclavo de la muerte
y cómplice de la muerte
mas ya no estoy muerto
pues vivo en el acero
que cada día empuño
como verdugo
y por el cual cada día
como víctima, muero…
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Poesía de Alejandro Cárdenas