¡Montaña,
es
mi tamaña
sed
el ascenderte
esta jornada, de esta suerte!
Ruego
me seas propicia,
tu gran altura
respeto,
no es por codicia.
¡Tú me significas: Pura!
Insignificante sabor
te daré si fallezco
en el intento ¿Lo merezco?
Comienzo
paso
a paso
disfrutando del camino
escogido.
Busco aquí mi sino.
Trepo,
avanzo prudente.
Cruzo un río,
descalzo,
corriente.
Despunta el sol en mi frente
que suda.
Ruda
es la vereda aguda,
estrecha, de fuerte pendiente.
Del bosque salgo
o
entro
en el prado. No cabalgo
ni pasto, por eso hambriento
del esfuerzo
me
encuentro. Descanso y almuerzo,
recibo con agrado
pan,
agua, sales, nueces.
Me levanto y sigo, te cueces
expuesto
al astro rey cuando te acercas.
Una jabalina se lanza,
sus crías
huyen desperdigadas.
Águilas frías,
hoz
o
sable en sus garras.
Amenaza hiriente voz,
cae
o
precipita desde una nube
cual rayo. Me detuve
un momento,
cada paso exige su aliento.
Delicado
escalón
he sorteado.
Echo un vistazo atrás. ¡Qué vistas!
Bajan
cascadas
y
manadas imprevistas
de cabras y de rebecos,
van
a cruzar neveros.
Aparece
e
inunda el paisaje
blanco
salpicar de recovecos.
Flores diminutas
lilas
o
amarillas impolutas
dan contraste a la verde alfombra.
Refresca. Busco en la mochila
una capa más de abrigo.
Ya veo la cumbre
próxima.
Su dificultad asombra
y
aviva
esa lumbre
de aventura que encandila.
Roca
muy traicionera,
con tiento
se supera.
Filo.
Ten
fe.
¡La emoción es inmensa
y
vuela el cóndor! Piensa
en regresar tranquilo.