He leído cada vestigio de tus silencios en la arena
y he memorizado cada espacio de esos versos en tu boca…
Quiero amarte, sonreír contigo cada mañana,
a pesar de la penumbra y el frío…
Suspirar mi alma con cada roce de tu mirada.
Tomar del mismo café y volar una cometa
con el mismo viento que nos despeina el corazón.
Y volver a ser niños, escribanos y artesanos de instantes,
de ventanas, atardeceres y lo inmarcesible de votos eternos…
Muy amable, por la bondad de tus palabras. Bondad que todo lo imaginario se vuelve una causa, donde echa raíces en el alma para devolvernos a la realidad más pura…
De todos los deseos de la gente, creo que el más invocado, es aquel imposible de volver a ser niño. Tu poema con la maestría que ya es tu característica habitual, comienza por el final, (como los cuentos de Cela) para enfatizar, aquello que no pudimos esquivar con esos dos adjetivos conjuntos, !Bravo Hector¡
Agradezco la bondad de tu comentario mi querido poeta.
Especialmente aquella gente que permite a su “infancia” los siga criando con la imaginación…
Creo que la condición más terrible de un ser humano no es cumplir su sueño, sino no soñarlo, imaginarlo, criarlo, moldearlo y compartirlo. En este modesto poema, el amor suele ser ese imposible, como el volver a ser niño. Tanto el retorno a la infancia como el amor de pareja, es un intento de lo imposible, aunque para lo sagrado de la imaginación si existe una oportunidad…
Desde luego, si es un sueño es absolutamente posible, un sueño puede ser lo que sea, pero jamas imposible, el deseo puede llegar a ser imposible, pero un sueño nunca. juntarme contigo me enriquece Hector.
Tu clarividencia es asombrosa y te admiro. Gracias por tu tiempo para leerme y comentar… Un abrazo fuerte, mi amigo. Espero verlos en la próxima reunión.