Sólidos y líquidos se funden en un abrazo.
En un mundo oscuro y pestilente
ruedan cerro abajo
buscando su camino silente.
Al costado corren pendejos
con sus panzas abombadas
detrás de huesudos perros.
Con el estómago pegado al espinazo
danzan sobre desperdicios
entre bichos y alimañas
que pululan en su lúgubre regazo.
Amazona de vientre inflado
por la semilla germinada,
se aferra a clavos ardientes
en la cruz que lleva postrada.
Con sus manos desgastadas
y la mirada perdida
ruega a un cielo difuso
que díos siempre la bendiga.
Son los olvidados del creador
en la tierra prometida.
Pero…
¿Por qué tantos niños y perros en las casas pobres?
—Porque la esperanza
nunca deja de oler a infancia
y los perros huelen,
cuando el amo es digno de confianza.
Entre la mustiedad de esos aromas
comparten parvedad bajo techos con goteras, la ilusión, el desenfado y las palomas.
—¿ Que a qué huele la pobreza?.
Depende del contexto del día y de la hora.
Si en los huesos se erige un reumático
dolor.
Entonces olerá a altamisa y alcanfor.
Un domingo amaneciendo,
con la luz temprana en ciernes.
Huele a flor de cacao y a mango verde.
Si estamos tristes por la ausencia de la abuela.
Hay un olor a guarapo de canela.
Si estás colgado del andamio
taladrando con la izquierda.
No faltará quién adjudique a
la pobreza, hedor a hierba.
Y si topas con la suerte
y se te prende un faro.
Huele a fiesta a finales de febrero.
[Y a perfume caro.]
Porque hay pobres que lo único
que tienen… es dinero.