El día decantó su pesimismo
como una voz,
seduciendo
a la locura más entrañable.
Un resplandor adornó
mis pupilas,
transformándolas
en la mágica ilusión.
La tierra se abrió en dos,
y del suelo salían llamas
ardientes.
Vi el infierno en mis manos
y una pluma fue el testigo
de mi salvación.
El éxtasis de mis versos emanó
y una sobredosis de poesía
creció en mi interior.
Se hizo la noche en mí…
Fue como venderle mi alma
al Diablo de los Poemas.
Primer poema de la serie: El Diablo de los poemas.