Y voy diseminando cristales rotos…
fragmentos de mí,
por las calles donde paso.
Apenas un roce
en cada esquina aguda y vertical,
el aliento que exhalo
en mis húmedos inviernos.
Un reflejo en el espejo.
La hendidura profunda
que se hunde en el barro
y ahoga los ecos de mi voz.
Las miradas, que se posan despacio
y se quedan prendidas,
colgadas del hilo infinito del ocaso.
Los abrazos, los besos,
los deseos amontonados y ardientes
en el fluir de una tarde de verano
que llegan a la mar
y se deshacen en suspiros
apretujados de sal.
La sangre caliente
que manó de mis heridas,
los adioses y las tristes despedidas…
Cien palabras escritas y su muda resonancia
mordiendo el polvo de un poema
en la pared ruinosa de cualquier papel
que se derrumba.
Las huellas desparramadas
sobre la superficie de todos los caminos.
Por el fuego y por el hielo,
por la hierba, por el río o el asfalto…
por la arena en fuga
de una playa huidiza y solitaria.
Lágrimas que sanan,
que curan, que desgarran
y se resecan en la tez de la mañana.
Mis caricias, tejidas a dos manos,
en la piel ovillada de mis hijos.
Las costuras abiertas que cerré
y las puertas cerradas, que dejé de abrir.
El son alegre de una risa y los gritos ahogados
en algún acantilado y su eco suicida.
Herencias…
que fui dejando en cualquier lado.
Suspiros, sueños, llantos,
gemidos, regueros…
de los silencios que hablaron,
de palabras abortadas, que no fueron…
las cenizas de una hoguera
apagada.
La hojarasca, que cruje en mi cabeza
y se desprende lentamente de mi cuerpo.
Astillas de polvo
y tierra hecha pedazos
en la raíz escrita de estos versos.
Estelas… sobre el agua de un poema.
Esos fragmentos rotos de mí.
Rescoldos calientes y sombras alargadas
que caminan por detrás de mis pasos.
Vestigios…
…dejando rastro.
Mayo 2023
Foto propia