Era la hora imprecisa y lenta del atardecer. Buscaba el sendero de regreso a la aldea, atenta al cielo que se diluía despacio en azules y blancos, cada vez más pálidos. El sol, languidecía por momentos alargando mi sombra y las sombras de cuatro álamos solitarios (desnudos de nidos, vacíos de pájaros…) Y de pronto, el gorgoteo de un arroyo me arropó con su susurro fresco y acariciador. Débiles trinos invisibles temblando sobre el agua, salpicaban mis pies. Las risas lejanas de unos niños, rompieron la quietud bajo la espuma de las nubes y un leve vientecillo, arremolinó mi pelo.
Sin pensar… ¡mis pies se hundieron en el agua!.. Retrocedí en instantes al pasado, a la remota infancia de la mano de mi madre. Claro, diáfano, se hizo un hueco de silencio en mi memoria. Y me quedé prendida en el surco inmenso de la tarde…En mis manos, impregnándome toda, el aroma húmedo y atávico del barro.
Y mi tiempo se detuvo, con la mirada entornada, entre las ramas nudosas de los álamos (vacíos de nidos, desnudos de pájaros…).
Las sombras de mi sombra cruzan solas, ahora, las aguas umbrías del arroyo.
Sol invernal.
Languidece la tarde,
surco de sombras.
Ahh que paseo más hermoso de la mano de tus versos, lleno de naturaleza e infancia que irremediablemente suelen viajar juntas, desconozco la técnica, pero tú y las huellas de tus miradas tenéis un pacto de amor eterno!!!
Pues esa fue una experiencia vivida, no al pie de la letra, pero me vinieron recuerdos, al ver el hermoso arroyo, de otro que formó parte de mi infancia en el pueblecito extremeño donde nací y viví hasta la adolescencia.
Gracias por pasar a leerme, querido amigo. Un abrazo fuerte siempre para ti!
Oh, Martín!! Me coges siempre desprevenida…no sé cuándo vas a aparecer!! jejejee
Gracias por pasarte a leerme! A mí me gustaría leer más escritos tuyos, así que haz un esfuerzo, querido amigo, me alegro de que vengas. Abrazo fuerte!
Soy una total inexperta en haibun, me limito a esa sensación tan refrescante y tan clara que me ha transmitido leerte. Desde el principio hasta el final. Es una lectura limpia, cristalina.
Qué paseo tan agradable por esa imagen de Aracena. Cuánta vida, desde Sierra Morena a Los Pirineos. Qué patrimonio tenemos para abrigar versos como los tuyos