Inspirado en el poema Pájaro Azul de Charles Bukowski.
Rachmaninoff Vocalise, Op 34 No 14 (orchestral arrangement)
Yo también tengo un pájaro azul
en mi corazón.
Antes no sabía lo que era,
ni siquiera sabía que lo tenía.
Pero Bukowski me hizo sentirlo.
Él me enseñó que mi pájaro azul también estaba ahí.
Y es verdad, es cierto.
Él tiene razón.
Es posible tener un pájaro azul en el corazón,
además de los de la cabeza.
Ahora sé que lo tengo.
Ahora sé que hace mucho que vive conmigo,
pero yo antes no sabía escucharle.
Ahora he aprendido,
y ya siempre nos hablamos.
También le echo alcohol
y humo de cigarrillos,
y también tranquilizantes
y toda clase de porquerías.
Y yo también lo oculto
a los ojos de los demás.
Tampoco dejo que nadie lo vea.
Para eso es mi pájaro azul.
Y también yo soy duro con él.
Tan duro que a veces le trato mal.
Tan duro que le grito para que se calle
cuando él empieza a trinar.
Cuando los recuerdos empiezan a bullir.
Tan duro que le hablo de la Bolsa o de política
o de las islas de la Polinesia
cuando él quiere hablarme
y me pregunta insistente,
el porqué de ese hueco vacío que hay
en mi corazón.
Y yo me hago el tonto
y le respondo que qué hueco,
y le hablo de la Polinesia,
y sigo con lo mío.
Pero al contrario que el de Bukowski,
él es mas listo que yo
y me contesta que no disimule,
que se lo cuente,
que los amigos se cuentan sus cosas.
Y así, por las noches
cuando todo el mundo duerme,
él insiste e insiste,
y no me queda mas remedio
que contarle, que revivir, alguna historia
carcomida por el tiempo.
Alguna historia que yo quisiera poder olvidar
pero él, noche tras noche, no me lo permite.
Y así, noche tras noche, vuelve desafiante el pasado.
Imágenes temblorosas
que se pasean como espectros azules
por la mente y por el alma.
Y le hablo de la vereda
donde se cruzaron por primera vez
dos miradas.
Y le hablo
del cañaveral y del río.
Le hablo del campo de amapolas,
y del árbol grande
y del viejo columpio de la cuerda rota.
Le hablo algunas veces
de la casa vieja
y del viejo piano cojo.
Y noche tras noche
le hablo de un pelo rojo
y de unas pecas traviesas.
Le hablo de unos ojos oscuros y misteriosos,
y le hablo de una sonrisa como un mundo.
Le hablo de unas manos suaves,
y del aroma de la piel.
Le hablo de las miradas llenas de deseo
y le hablo de los besos sabor a fresa.
Le hablo del brillante blanco de la Luna.
Y le hablo de como un día ardió la realidad
y de las llamas brotaron los dragones negros,
y los fantasmas.
Y le hablo también de como el tiempo a veces
es incapaz de curar las heridas,
y los dragones se multiplican,
y los fantasmas se hacen cada vez
mas y mas grandes.
Y él me dice que ahora entiende
lo del hueco vacío en mi corazón.
Y así, todas las noches
nos vamos juntos a dormir,
y él se acurruca dentro de mi pecho,
muy quietecito,
y así nos quedamos callados.
Y cuando creo que él ya duerme
y doy rienda suelta a mi dolor,
se agita un poquito dentro de mi
y me picotea cariñosamente
y me habla desde muy adentro muy adentro,
desde lo mas profundo…
y me dice
que los recuerdos a veces hacen mucho daño,
pero que también a veces,
a algunos, es lo único que nos queda para sobrevivir.
Me dice que él,
como un perrillo fiel
siempre estará conmigo,
que nunca me va a abandonar.
Que nunca permitirá que olvide.
Y me dice
que intente dormir
que ya es tarde.
Y mi pájaro azul
es tan tierno como el de Bukowski
y me sigue picoteando el interior suavemente
y me dice que no llore.
Pero yo a veces no puedo evitarlo
y sigo llorando.
Y siento en mi interior
como cae una lágrima pequeñita pequeñita.
Y es una pequeña,
muy pequeña.
Una pequeñita,
muy pequeñita.
Una diminuta lágrima azul.
A Bukowski.