Ya no podemos

Ya no podemos seguir dictando las normas
[de las flores,
de sus perfumes y limosnas.
Hay que luchar contra la ceniza de los versos,
contra la muerte que nunca olvida,
contra la efigie de todas las tardes derrotadas
en lánguidos versos sin memoria.

Como apátridas, hemos de vivír bajo la luna
de cualquier país devastado,
en el pétalo de cualquier trino perdido,
cada vez más ajenos,
cada vez más tristes,
mientras ruge la tormenta.

En el aleteo de un pájaro que agoniza.
En la escondida ternura de las azucenas.

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