Y a usted

Y a usted, ¿quién le ha dado
vela en este entierro?,

Me sorprendió la pregunta
y hasta arrugué el entrecejo
por la tormenta cercana
que presagiaban los truenos.

Era una boca torcida
con unos labios inquietos,
bajo nariz aguileña
y con los ojos morenos.

Érase un cuerpo menudo
tras un vestido harapiento
y que temblaba de frío
con el cabello revuelto.

Me repitió la pregunta
ante el vacío y silencio,
ya que ignoré la locura
que le impulsaba a este necio.

Quise pasar los segundos
y acelerar así el tiempo,
por la pregunta indiscreta
y mi respuesta con miedo.

Y es que ese miedo tenía,
y me costaba creerlo,
aunque el truhan de la misma
fuera un canijo completo.

-¿Repetiräs la pregunta?
dije de modo indiscreto,
ya que mi mente flaquea
y lo que oí no lo creo.

Me contestó, nuevamente,
el iracundo sujeto:

-Digo, que a usted ¿quien le ha
dado vela en este entierro?

-Vamos a ver, entendido,
si me aclaro y le contesto,
porque pregunta, tan tonta,
no merecía estos versos.

Primero, no sé que dice
de algún entierro y sin muerto,
ya que no veo cadáver
ni funeral bajo el cielo.

Segundo, no tengo vela
ni encendedor para el fuego,
tampoco fumo tabaco
aunque otros vicios sí, tengo.

Tercero, le digo a usted
que le pregunte al loquero
y que se quede con él
con un bozal y bien puesto.

Y ahora me voy, tengo prisa,
porque me aprieta el canguelo,
ya que no aguantan mis piernas
tras su precoz balbuceo.

Adiós, persona non grata,
quédese usted con los cuerdos,
del manicomio fugados
y en infantil putiferio .

Rafael Sánchez Ortega ©
05/12/21

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