...
A veces escribo de los grifos y de las ciudades, otras de los claveles o de las dunas, unas ni siquiera escribo solo lanzo estrellas a las hojas y ahí empieza todo. Una palabra basta para encender al mundo, a veces escribo de las orillas, de las veredas, de las galaxias y de la piel de los planetas, escribo de mi cuerpo que no tiene insomnios, de mi caricia quemada, del sol, y de la noche. Escribo de las agujas, de los anillos de los desayunos, escribo de los parques enterrando gentes, de las iglesias y de las bancas, de las escuelas, del chocolate, escribo lo que veo, lo que me invento, lo que el cuerpo me pide, lo que lanzo, lo que se determina en mi memoria, lo que se emplástica en la esquina, escribo de mí, de todos, de nadie, del mundo, de la brisa, del mar, de las muertes, de la sombra de las hojas, de las cortezas, escribo de uno mismo, de cada quién, de cada cuál, del martirio de vivir de pie, de lo desdeñado de sonreír cuando uno se está muriendo, de desaparecer por las calles y las piedras, de vivir con un dolor atado en la garganta, con una mano deslizada sino hasta el fondo, escribo de los jardines, de tu cintura, de tu casa y de tus lunares y no sé qué me hace más daño, si no aparecer en tu piel o escribir de ello, o no escribir.
Escribo de lo que entierro, de lo que recojo, de lo que visito, de lo que imagino, de los robles, guayacanes, de los espejos ruborizados cuando tu apareces, de las mañanas, de los perros, de las ciudades, de lo que se me escapa, de lo que me retiro, de lo que se me anuncia, de lo que miento. Escribo de ti, de una mentira, de un instante, de una canción, de un manantial, de un archipiélago, de las espigas y de las rosas, de los huecos y de las semillas, de las acacias y de los monumentos. Escribo a veces porque me da la gana, porque no se me ha dado nada, por ti, por mí, por los premios, por las caricias de los jóvenes, por los ancianos, por los jueces y las monjas, escribo de las petunias y de los nortes, de las mejillas esbozadas y de la piedad al no verte. Escribo porque te amo, porque no lo hago, porque sonríes, porque me matas, porque no me ves, porque no me atas, escribo muchas veces lo que me sale del corazón y de los pies, escribo de las manzanas, de los cristales, de las abejas que hacen polvo y no miel, de los lunares que hacen nombres y no autos, de tu qué haces de todo y no vienes, escribo de mi cuerpo marítimo al borde del naufragio. Escribo de los árboles que hacen hojas, y no sombra, escribo de las casas que hacen humo y no piel, escribo de ti.
Escribo insatisfecho, ensuciado, ilimitado, escribo del color blanco que no hace daño, escribo de la hierba mojada que se va en el llano, escribo porque quiero, porque puedo, porque debo y porque temo, escribo para salir, para correr para morir, para limpiarme de estos pensamientos absurdos y blancos como el agua, escribo de los poetas y de las palabras, de las sílabas malolientes y puercas, escribo con una mano atada a la espalda, escribo con llanto y con sudor, escribo con un diente pegado al costado, escribo de las hojas, ramas de los sauces, de la piel atada a otra piel, escribo de la lluvia. Escribo de los canales, de las estaciones, de los impíos, de los cristos y de los templos, escribo porque sangra la herida, escribo porque estoy insatisfecho con la mirada de las personas hacia mí, escribo para salir, para maldecir, para llorar, gritar, para llover, para canjear, para romper, para saltar al acantilado y para terminar loco y sujeto a las horas y a los maizales.
Escribo porque no tengo barba in razones para no lanzarme a las calles sucias y llenas de cemento, escribo porque no tengo arriendos ni habitaciones en los ojos, escribo porque pienso en vivir, pienso en morir, pienso en no pensar, en acariciar el rebaño de nubes. Escribo porque a veces me asusto, me escondo, me animo a llorar y gemir, escribo porque ya no tengo cuerpos mirándome, escribo porque ya no tengo ojos dormidos en mi espalda, porque no tengo manos que me inviten a suicidarme, escribo por mi pereza, por mi gula, por mi estancia en la ala del pájaro, escribo porque el aire me duele, porque me duele la carne, la mirada, me duele las venas, escribo porque recorro tu casa y te veo y te escucho y siento y acaricio y beso y sueño, escribo porque quiero que lo leas, que me mimes, que me sacudas arrastres, enamores, quiero que huyas de mi como de un trompo, que me ates las manos como a un bosque, que me lances inocencias y palabras llenas de un no rotundo, escribo porque no tengo sabores en mi lengua, en mi boca, en mi alacena. Escribo porque me da las intenciones de hacerlo.
Escribo porque me niego, me rompo, me asusto y me retiro, escribo a veces sin desear nada, escribo con limitaciones, prejuicios, verdades, con humo con licor, con espantos, escribo con mis ojos cerrados dormidos, quemados, alzados a la lona y crujidos a la costa, escribo de lo que no tengo, de lo poco que me sale, escribo de un cuerpo perdido y atado, escribo del desierto, de los dientes de león, de las llamas, de los criaderos de saliva, escribo, escribo. Escribo y lanzo animales a la oscuridad, a la oscuridad de las violetas, escribo por el niño que soy que fui que se murió, que ganó, que piso esta tierra y reutilizó la forma, escribo porque me están esperando, me están llamando, me están guiando hacia el fondo de uno mismo, hacia la breve garganta de palabra que se deshace que se inventa que se sufre y que se ahorca. Escribo porque me viste, escribo porque me olvidarás, porque yo me olvidaré de mi mismo, escribo para el recuerdo, para los hostales, para las petunias y las gardenias, escribo porque se acaba mi memoria de lo que digo, escribo porque me estás olvidando, escribo porque está sucediendo, escribo porque lo estás permitiendo.