En mi próxima vida imaginaria
tendré un perro grande y juguetón,
y una casa donde quepa
toda la felicidad que no tuve
en mis vidas pasadas.
Tendré tres hijos
y una esposa maravillosa
que me hará crispar la paciencia
de cuando en cuando;
pero sobre todo,
será compañera, amiga, amante,
madre, emprendedora,
siempre jovial;
con sonrisas que iluminan
más que un sol de mediodia.
Mi primer hijo
me va a enseñar que la felicidad
tiene más dimensiones
que la teoria de cuerdas,
con suerte mi corazón
no reventará de alegría
cuando por vez primera,
lo contemple allí;
chiquitito, indenfenso,
en esa cunita que destella
entre tantas
en la sala del hospital
de maternidad;
con esos ojitos
en los que caben
todos los universos imaginarios
que pueden existir.
Mi segundo hijo
me va a enseñar que las travesuras
abren los arcoíris de la alegría,
y que caminar descalzo
y caerse un millón de veces no es malo,
que siempre tendrás la oportunidad
de levantarte, más fuerte y más sabio;
que una vida disparatada
plagada
de locuras
trae consigo algo de dolor
pero también
incontables aventuras,
y el valor
para dar la vuelta al mundo
aunque tardes ochenta años
en lugar de ochenta días.
Mi princesa en cambio,
la tercera de mis hijos,
me va a enseñar que el amor
tiene infinitas dimensiones,
que la alegría
se pinta con una paleta
de un billón de colores;
que es lindo andar con el pelo suelto,
y soñar que de grande cantarás
tocando una guitarra,
mientras tararea esa cancioncita
con su sonrisa chimuela;
y soñar también
que sanarás las dolencias de millares
con el conocimiento adquirido a través
de incontables noches de desvelo,
descubriendo
hasta los más íntimos recovecos
de la biología humana.
Trabajaré mucho, eso sí;
¡cómo comen estos niños,
y el perro grande!
pero todo el cansancio
de las miles y miles
de horas de labor,
será cual granito de arena
insignificante, en la inmensidad
de una larga y ancha playa
de granitos de felicidad sin fin.
Francamente
no sé que voy a hacer con tanta felicidad,
y con todas las horas de desvelo
y las lágrimas
y las cóleras
y las arrugas
que sus desatinos me van a causar,
francamente no lo sé…
viviré y viviré
y navegaré por esa vida de emoción
mientras los vientos del tiempo
sigan soplando mi vela.
En mi próxima vida imaginaria,
sí:
el perro grande,
la casa,
la felicidad,
mi esposa,
mis hijos . . .
—vivir vivir vivir—.
(imagen Pinterest)
Poesía de Alejandro Cárdenas
verso libre