“Aquí”. Le susurraba, mientras ella se entregaba. Ella esperaba no gritar, al descender la inmensa luna y el frío entre sus piernas. Ella esperaba, sobre todo, no enamorarse. En ese entonces, habían horas extras en el día para posar desnuda, para escuchar Caetano Veloso, con una lluvia impertinente tras las ventanas. Habían horas extras, y cuando no las había, se creaban espacios insólitos… El saber que podía enamorarse, era saber que en algún momento, una gran pena, pesada, caería en sus costillas, que algún día estaría paralizada, pensando en él. Sin embargo, en ese instante, quería cantar, mecerse como marioneta en plena madrugada, sentir su piel recorrida por un sueño, el corazón agitado, la pequeña posibilidad de vivir, eternamente, en su pecho.
(Inspirada por Você-Você, Caetano Veloso)