Fácil que los villanos de la historia
sean los mercenarios que la escriben,
si les promete el monseñor la gloria
además de la pasta que reciben.
Si como dios a mesa puesta viven
si poco les importa la noticia,
siempre que de cualquier marrón se inhiben
rubricando una crónica ficticia.
Así por pasta el escritor se vicia
y relatos fantásticos compone,
sin ignorar que al perdedor desquicia
por mucho que al leerla lo razone.
Será que al darle cierto tinte rosa
pudiera parecer mejor la cosa.