Admiro por última vez
el imperio que construimos
antes de que llegue el caos
para destruir todo a su paso.
Camino por los pasillos
huelo las rosas quebradas
en jarrones de agua estancada
y admiro la belleza de su existencia.
Abro cortinas de luz
en ese cuarto donde reposaban
tu corazón y el mío
y barro polvillo del olvido.
Subo hasta lo más alto del imperio
y escucho el susurro
de las almas, de los sueños
y proyectos inconclusos juntos
reclamando ilusión y esperanza perdida
los arrullo y consuelo en silencio
y los dejo en libertad.
El banquete está servido
lleno de manjares deliciosos
con moscas boyando beneplacitamente
asi que recojo la vajilla
de momentos compartidos por años
con el mayor de los cuidados
ya que se han vuelto frágiles recuerdos.
Debo abandonar el imperio…
El caos golpea la puerta, quiere entrar
me amenaza de venir a destruirlo todo
así que discuto con el un largo rato
y llegamos a un trato aguerrido.
Me promete que esto cambiará mi destino
que quizás queden algunos cimientos
que me servirán para reconstruir
un nuevo imperio con el beneficio
de elegir si sola o con un nuevo socio.
El caos entra huracanado de descontrol
y contemplo como los muros de nosotros
se lamentan cayendo desordenadamente,
se quiebran los altares de amor, risas, sorpresas, abrazos, pasión y fidelidad juntos.
Los balcones de tristezas, enfermedades, discusiones y miedos alimentan el caos…
Todo se volvió una nube negra,
ya no dilucido nada a mi alrededor
me siento perdida, atónita, desorientada…
El caos antes de marcharse me deja una carta explicándo lo que ha destruido y sus razones, me dice que sólo dejó lo que me pertenece, lo que sólo es mío…
En el final de la carta un posdata con leyenda “Sin caos no hay cambio, el resto depende de vos”.
Claudia Viviana Molina