Viéndose herida la ambición

Viéndose herida la ambición se crece,
cuando al verse humillada igual revienta,
al poner sus agallas a la venta
y del preciso pundonor carece.

Y es que si la ocasión no se le ofrece
a saber si el cerebro se calienta,
y una vez que se cumplan los setenta
perder todo el pudor justo apetece.

Y es que siendo los vástagos muy cucos
en conseguir no cejan sus caprichos
aunque lágrimas cueste la ventura

que si saber se saben tantos trucos
se les podría aun acusar de bichos
al prever el ritual de su amargura.

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