Por la ruta de alquitrán avanzamos,
apuñalando el verde de los campos;
se asfixia el sol en el plomo de los cerros
y el crepúsculo siembra cenizas
sobre el encinar cercano;
se adivina algún pueblo amodorrado,
un campanario que presagia su hundimiento,
pasan chopos desquiciados,
una ringlera de postes telefónicos,
en la ventana tapada a medias
por la chica del asiento 32.
Humillada sobre los surcos curvos, la gente
escarda resignada, con los riñones rotos.
Será ésta la Castilla libre y comunera
que se levantó al grito malva de la sangre
contra el emperador lampiño,
ésta que muere, intrascendente, en la mirada
de la chica del asiento 32.
Si ya de por si me gustaba como escribe, con esa forma y ese sentimiento inteligente, con estos dos últimos poemas que le he leído, me ha ganado como siempre como su más rendido lector.
Ah, esa palabra de “ringlera” pensé que solo la usábamos acá como un regionalismo. Me gusta.
Tu forma de escribir aquí, me ha recordado a la poderosa pluma de Miguel Delibes, si en lugar de darle forma de versos, lo hubieras escrito en prosa, hubiera jurado que era suyo, tiene la fuerza de la escritura castellana. Muy buen poema. Un saludo.
Reitero mi admiración a tu pluma y estilo
En éste poema ratificas tu clase como poeta,
en el mejor de los sentidos, porque se plasman en la frescura de los versos y una sencillez atrapante y culta.
Abrazos