Versión del Enamorado y la muerte

Un sueño soñaba anoche
que era el sueño de mi vida,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía…
Blanca vi pasar señora,
más blanca que nieve fría…
—¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, alma mía?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:
soy la Muerte, soy la pica,
soy verdugo y también juez…
soy quien de llegar debía.
—¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,
una hora te daría.
Muy deprisa se calzaba,
pero viste con más prisa,
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
—¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir,
si no hay hora más prohibida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
la que a tu lado es la vida.
—Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda,
luego has de venir arriba,
y si aquel cordón no alcanza,
mis trenzas añadiría.
A un último beso llega,
agarrado a la rejilla
del balcón donde lloraba.
La luna llorando brilla,
la fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía,
con el rostro titubeando,
ríese de su osadía.
—Vamos, el enamorado,
que tal hora está cumplida.

5 Me gusta