—Yo me levantara, madre,
mañanica de san Juan,
donde la arenica espera,
donde la besara el mar,
y vi estar una doncella…
como perla entre el coral.
Brilla el sol, ¡brillando brilla,
y si no… brillaba más…!
Sola lava y sola tuerce,
sola tiende en un rosal,
los labrados que lavaba
nunca los verá llevar,
y el vestido que vestía…
no hará suspirar galán.
Mientras los paños se enjugan
canta la niña un cantar,
las sirenas, calladicas,
guardan desde el sirenal…
y el harpado «do, re, mi»,
deja el cielo de surcar
por penar la pena aquella…
por llorar con ella el mal.
—¿Dónde mis amores, dónde,
dónde los iré a buscar?
Tal vez se hallen mar arriba,
tal vez bajo el arenal…
Mar abajo, mar arriba,
va penando su pesar,
peine de oro entre sus manos,
sus cabellos va a peinar.
Dime tú, mi marinero,
el que guarde Dios del mal,
si los viste a mis amores…
¿sí los viste allá pasar?
—Yo la arena vi pintada
con amor… por un zagal,
arenica que habla amores…
lo mismo la ves pintar,
que la lleva el mar después…
La rosica del rosal
de llorar no se rendía,
se hace al fin la oscuridad,
brilla el sol, ¡brillando brilla…
y si no… brillaba más…!
Los barcos eran de magia,
de esperanza, y de fanal,
que hay amor que no se apaga,
y a la vuelta brilla más…
Así brilla el cielo oscuro,
que siempre ha de regresar.
Y la arena que se borra,
luego se vuelve a pintar…
porque siempre está pintada
donde el corazón está.
4 Me gusta