Vengo volviendo es una expresión auténticamente ecuatoriana, el hecho de conjugar dos verbos para decir una misma situación.
Amigos les cuento que retomé la poesía para poder librarme de ella. Escribiré ahora tomando mi lugar de origen como un refugio y cosecha. Mi pasado es mi lugar de referencia y no de residencia
¡viva la poesía!
…
Era la noche ordenada cuando regresé.
Cada espacio silencioso era contra el azul que canta;
la luz era ya un pesado fruto
que se colgaba de mis manos y ojos y párpados,
el breve espectro me decía “poesía”
¿vas a mentir sobre tu vida?
¿es ya el final de la noche, día, piedra y páramo?
Mira el mundo, la palabra adornada
aún hay barcos todavía y playas y ruedas y luces.
y me respondía, si
aún hay esa llamita azul sobre mis párpados.
Y mi sombra vestida camina
y esa luz recién sembrada va de pie en la chacra,
aún no se opacan tus - mis - ojos.
Una vez oí “son hermosos tus ojos”
y me sonrojé al borde de la sangre y del mirlo,
quizá después oí: “me gustan tus labios”
y palomas y nardos salieron flotantes de mis uñas;
el crimen no hace al testigo,
pero la poesía hace ciertos dioses.
Regreso donde se suspenden las hojas y las calles
arden como palomas aldeanas;
regreso a la orquídea del vicio, al lote de nubes
a ensanchar mi colección de sílabas;
a vestir a este país estéril de corceles del sueño.
Abordo mi regreso así:
La noche la tarde una y otra vez y otra noche y otra tarde,
la noche de alardes dormidos en los campos ebrios.
Tú – yo - tenemos los ojos callados de espuma
frente a un mar sin barcos y sin monedas.
Tus ojos de cosecha
tus ojos de bosque ensanchado
tus ojos de himno
tú, campesino del mundo
tú, señor de la intemperie
tú, espolvorea harina sobre todas las cosas y devuelve
a los espejos su apellido.
Tú que gritas. ve y devuelve su crin, soy yo.
Tú al que gritas en el espejo, soy yo. Ese tú ahora soy yo.
Escribo como animal del aire
como espasmo de color de un ángel del este
mi voz que enciende el día
bebo ojos de luna
bebo jarrones de musgo
habito el día lanzado en armas
la noche, tan apacible desde que no estás,
se arrima a mis oídos y aprieta las encinas del mundo.
Yo, allá del otro lado
del lado de la cicatriz pegada al muro y a la ventana
desde las islas prometidas, quebrado en hojas
mecido como la lluvia en el mes de Abril
desgranando tréboles australes
voy arrimándome a la vida.
Hay ciertas palabras que se me escapan como pájaros
y saludan a ciertos condenados.
Aprieto el paso, salgo como una sustancia oscura
doblo la esquina donde el tiempo ya no se desvanece
y me animo a golpear el miedo
con mis instantes violentos.
Regreso a la memoria
donde todo ya fue creado.
Y en este momento tempranamente absurdo
escribo con total violencia
que se me hace efímera la noche.