Quise pronunciarte,
beber tu veneno.
Te busqué en lo perverso,
entre la selva humana,
espasmódica de sudor,
jadeante de lujuria.
Te encontré entre flores de adulterio,
entre blasfemias…
Te encontré y te bebí,
dije tu nombre
que los poetas no dicen,
los guerreros no gritan,
ni los amantes susurran.
Dije tu nombre prohibido,
sólo por alcanzar las íntimas cicatrices,
las fatalidades.
Ávido de ti,
ávido de mí
y ávido de muerte.
Te nombré y te bebí.
Y me surgió del cuerpo,
a borbotones,
la poesía indecible,
que solo oyen los malditos.
Creación propia.