Que no cambie el día
que se inunde
la alameda.
Que los sueños
se desborden a través de las ventanas
alcancen los caños angostos
que compartan su lugar con las ratas
de camino hacia las alcantarillas.
Que la tos no me ataque inesperadamente,
(como es su costumbre)
que se despeje la garganta
desaparezca la fiebre leve,
que la flema no se asome
que se seque la garganta
y la lengua olvide la saliva.
Que la boca se convierta
en un desierto de arena
donde desaparecen los oasis
entre espejismos siniestros.
Que no cambie el día
que la lluvia arrastre tus murmullos
y me deje suspendido
entre la noche
donde se refugian nuestros sueños.