Tu marcha,
una espina clavada
en el fondo de mi ser,
un dolor agudo
que, con el tiempo, cesó.
Creí haberte perdido
para siempre,
pero sigues aquí.
Con los ojos cerrados
en mis noches oscuras,
me susurras al oído,
y me reconforta
el eco dulce de tu voz.
En mis pautas de vida se reflejan
la huella de tu esencia,
tus palabras de amor
y tus reproches.