Brilla la sangre del pinar,
brotando en la corteza,
bajo un cielo de pájaros,
sobre un lecho de despojos.
Duele la caricia del viento
sobre la piel cruda
de los brotes lucientes.
Adentro,
suben y bajan
ríos que no duermen nunca.
Afuera,
eternas agujas han muerto
para volver a nacer,
en el misterio invisible
de cada semilla.
Aquí, bajo un cielo infinito,
sobre un tálamo de dolor,
brilla la sangre que hace falta
para que nazca una promesa.