Una cuestión de tiempo

Miro desde un cuarto piso por la ventana y no puedo evitar ver al mismo tiempo el precipicio en el que el tiempo cae -y desde luego caer, siempre es, caer muerto- lo mismo, que el paso de un conjunto de aves que claramente me distrae y hace que me pierda en el sonido engullidor, en el alma predadora del reloj que con su tic-tac me traga.
Donde cada tac es degustar la caída de una muerte y su tic un sutil florecer a la transformación.
Pero entonces, ¿a qué llamamos tiempo? A la distancia que tomamos entre el abrazador tic y el devastador tac mientras su alma no deja de engullirnos a cada paso que damos. De ahí que caminar sea un puro caer.

5 Me gusta