Haz las maletas y camina hasta mi casa.
Mi casita está en la playa frente al mar.
Es pequeña y humilde, la pinté con el azul celeste y el marino del mar.
Ya verás, la reconocerás enseguida, no temas.
Notarás la fachada deslucida con el paso del tiempo y de las tormentas, pero todavía altiva.
A la puerta, y en constante deriva, una chalana que solo navego cuando te escribo.
¿Sabes?
A veces, sonrío al pensar que en realidad solo poseo una pequeña puerta de madera repintada de blanco, entre dos mundos…
Que las paredes son de un adobe amalgamado con la bruma de las aguas y la arenisca de las dunas…
Que las ventanas son enormes y cautivadores ojos de buey….
(Te confieso que me da por reírme tontamente como un chiquillo cuando pienso en los desorbitados ojos del animal)
… desde donde cuento cada una de las olas espumosas batidas contra las inocentes rocas del acantilado.
Es muy entretenido te lo aseguro.
El tiempo parece detenerse a cada espasmo cínico de mi mirada y, cuando quieres darte cuenta, ya es prima noche.
Haz las maletas o coge cualquier cosa y vente a mi casa.
Seremos felices, lo intentaré con todas las fuerzas de mi corazón, de nuevo.
Aunque debo decirte que no tengo jardín; pero sí tengo tiestos, pocos, la verdad, con flores multicolores que cada otoño mueren absortas mirando al mar, impasibles.
¡Oh, pero no me entristece por que apenas es perceptible!
Pero te hablaba de las noches,
¡Dios se me va la cabeza!,
de la oscuridad, de mis soledades, de mis tristezas…
Haz tu equipaje y vente.
Olvidaba decirte ¡No traigas libros!, aquí hay palabras y versos siempre en el aire.
Es un engorro porque a ellas tengo que atraparlas y a ellos escribirlos y son muy traviesas y esquivos,
es imposible tener la casa limpia con ellas, ¿tú me ayudarías a limpiarla?.
Mientras tú atrapas a las huidizas palabras escapando al olvido de mi memoria,
yo atraparía a los versos más dóciles.
Luego, al ocaso navegaríamos la chalana sembrando lo recogido en el mar purificador
que nos devolverá en cada ola contada desde mi ventana,
en reflujo jugoso de una lengua limpia de morfemas y lexemas tú ya sabes, amor, de barreras.
Haz tu equipaje solo con la piel de tu alma y acompáñame.
Lo peor son las tormentas…
…se filtran por dentro y me recorren fluviales con su líquido cienoso y salado de sirenas embriagadoras….
Pero, amor, tú nos les temas porque serán para ti arcoíris dibujados al capricho del sol y del aire.
A los vecinos les gusta, supongo, yo nuca salgo pero si estás tú, cogeré la mano enamorada y nos sentaremos en la arena
y nada nos secará ni marchitará.
Y cuando el viento amaine y la fuerza del mar se congele
cogeremos juntos la chalana y ya sin miedo, pediré besarte.
¡Oh dios que vergüenza después de tanto tiempo!
¡Haz tu maleta y ven enseguida!
Creo que la flores están marchitándose,
que el ojo de buey, ¡maldita la risa!, se están ciñendo a mis ojos
y ya apenas distingo el reflejo del agua salada.
Que la bruma de las paredes se está disipando,
y la arena cae lánguida en el fondo acristalado de mi existencia.
Ahora, las tormentas son terribles y devastadoras,
y tengo miedo al trenzado de sus cuerdas abrasadora de toda esperanza.
Coge tu mochila y vuelve con ella de felicidad repleta.
Y si por los caminos pierdes el rumbo y decides asustada no volver,
¡Ardamos entonces la playa, la casa y el mar,
y que el cielo contemple mi cuerpo abrazado
al dulce veneno de las sirenas de sal!.
Ven desnuda a contemplar mi cuerpo enjuto,
ahora parco en palabras,
y entiérralo bajo una lápida pesada,
y como epitafio estos versos,
con flores a María, no junto al mar,
si no en sombrío terreno de huerto castellano.