Te he visto en un punto, casi como quien se zambulle en una gota de soberbia transparencia.
¿Es que acaso sea una lágrima vertida por tu ojo ferviente, rutilante, melancólico, audaz?
Te he visto en un punto y ello no tiene vuelta atrás… y mi párpado tan pesado como el pasado se arrastra para abrirse y siempre abrirse es para dar paso, para despertar.
Cuánto ansío verte en ese punto para saber qué es lo que dice mi cuerpo de ti y escuchar lo que el tuyo tiene para decir en silencio, celoso, secretamente y, tantas veces, con un sutil y mordaz disgusto porque no quiere aceptar lo que siente.
De cuando en cuando algo sobrepuja nuestro corazón y ello da prueba de que existimos, pero, aunque lo sé, sólo lo acepto como posible en el punto en que puedo sentirte.
Son tus pupilas las que de tan enfermas de amor enfrento, no tu rostro ni tus gestos… aunque debo confesar el amor y el gusto por tu sonrisa ya que ella en sí misma es la mismísima risa de la Mona Lisa y, al hacerlo, ha perdido toda noción de juicio y de tiempo. Me he vuelto un poco loca, sí, sí, así mismo como lo oyes… no es que pierda el tiempo o que no lo quiera, es que simplemente no lo comprendo. Él como cualquier otra cosa vana es totalmente atemporal y debo decir que amo esa vastedad, ese lapsus en que me entrego al sonido ambiental.
Y una vez allí, en el silencio… siempre escucho a los pájaros, a mis amigos silbantes, ellos que a mi juicio dicen las cosas más valiosas, bellas e importantes lejos de todo lo banal y humano que pueda decirse, ellos siempre arcaicos y, a la vez, que tan pueblerinos, festivos y alegres, son para mí un auténtico regocijo. Es que los pájaros no tienen edad, ellos una vez nacidos, cantan, cantan, cantan… permanecen en vida siempre joviales y llegada la hora simplemente dejan de cantar, pero no sé si su espíritu envejece, si declina su simiente, su noble semilla, la expresión de su potencia.
Te he visto en un punto.
Y quizá sólo eso baste como prueba de vida, es decir, de rotunda existencia.
Porque nuestro cuerpo emite señales, causa efectos haciéndonos inseparables.
Y encontrarte en un punto es la señal, la complicidad de que me guiñes un ojo en lo que dura un chasquido, un instante.
Es por eso que el punto siempre es la clave, un abrazarte y que me abraces.
Es por eso que el punto, su trazo, su truco, es importante, para luego morir de risa, de ganas de darnos, de cansancio, pero siempre y finalmente para poder cerrar tranquila mis párpados harta ya de ti y así morir, morir después… haciendo que un simple amor, un simple punto nos baste para saber que existimos, es decir, que simplemente estamos vivos.