Ella con su presencia de fruta oscura tiene una rotundez del higo… la breva hinchada con ese intenso olor de almizcle en su frasquito íntimo y apretado, donde se le añejan todos esos veranos inusados en una especie de santidad inútil.
En su voz ronquita hay un confort algo acolchado… Habla despacito y me huele a mentol de cigarro, así como se siente el peso de su titanide dormida.
Su breva es una grieta que me da miedo… Violácea es la orquídea negra de labios forzados como crestas de gallo brollero… Parece una bragueta abierta que ofrece su sonrisa de dientes.
Ella es la innombrable: toroide esférico donde se empoza la Nada, el vacío que todo lo devuelve.
En ella no podrás flotar como cadáver vivaz de una hoja del otoño caído.
No existe algo en el charco de sus nadas… no salpiques con tu empiedro la placidez negra de su espejo sin sombra ni atisbo de reflejo.
Ella te amará como quien cala un cigarro y te dejará seco y roñoso como el hueso partido, ya sin tuétano.
Ella —la sin-nombre— es la languidez de una lamia… Te amará desmembrándote en recortes rasgados, armándote de nuevo con otros ajenos trozos frescos, rapsodiándote como en el eco de una rima olvidada a musgo de epitafio, o como en el vestigio… de un poema rocambolesco.-
ChaneGarcia.
@ChaneGarcia.
…