No es cierto que cuando se mata la palabra, se mata la vida,
al menos en parte…, porque en silencio también se vive.
Peor, pero se vive. Cuando la vida se elimina, acaba la palabra,
el silencio, el sueño, se arrebata el tiempo, y se termina lo humano,
…en todos.
Porque a todos nos llueven las bombas, a todos nos estremece,
a todos los que aún no le mataron lo humano.
Nacer bajo los cielos malditos, que la historia señaló, solo es una cuestión de azar.
Tú muerte Heba no es especial, es otra más que sumar al despropósito del horror.
Y no es especial porque cuando esta se siembra, la indiferencia la hace número,
estadística, la deshumanizan. Hasta a los niños les quitan lo que de humano posee la muerte.
La tuya Heba, porque es la tuya y no quiero que te la quiten…, en mí caso provoca el ahogo
de la rabia, de la impotencia, del hartazgo de tantos años viendo cómo bajo ese cielo donde
naciste, crece desaforada, bajo la lluvia de la impunidad.
Cielos malditos que conozco porque heredé la memoria de mí gente, cielos que se extienden como manchas negras por el mundo y, en el tiempo que llevo caminando por él.
Ahora que las palabras se me agotan, no quiero buscar otras que contengan la denuncia,
bien sé que no las hay, solo para que tú muerte no sea inútil, pronunció dos que latieron
en tú corazón siempre, Gaza, Palestina.