Un escenario

La mansión entre veneciana, morisca y algo más que no sabría definir …sobre todo esas ojivas celestes, esos escalones , esa arboleda como bambalinas para una fiesta de té…todo me hechiza. Imagino a una joven de tules subiendo esos escalones indecisa, mirando hacia aquí y allá, buscando a su príncipe azul aún incógnito. Los ciclámenes alumbran de rojo carmín y lila la palidez de las barandas. El moho y su frescura contrarrestan esa explosión de color. Las entradas, las columnas, las miradas escondidas. Parece que la niña se adelantó al evento y no hay nadie para atenderla. Ni siquiera el personal de servicio está preparado para recibir a los invitados; andan trajinando y la agitación se nota en todos los rincones. Pero no tardan en llegar otros jóvenes y también los músicos de la orquesta que se instalan sin más vueltas y empiezan a ensayar. Son cerca de las cuatro de la tarde de un octubre tardío. El bochorno y la luz excesiva del sol obligan a todos a perder un poco las formas. Los chicos se sientan en el césped y los mozos, ya cerca de la hora de apertura del evento, ofrecen refrescos. La joven se acomoda el pelo y las capas de tul de su vestido y todo está por empezar. Un par de príncipes expectantes no le quitan la mirada a la niña de los tules y a todas las demás.
La música empieza a sonar. Ahora empieza todo.

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