Hoy empieza la Subida 2020, una romería que hacemos en mi pueblo, Bernardos (Segovia) cada 10 años (esta vez 12 por la pandemia) en honor a la Virgen del Castillo. A pesar de ser un pueblo pequeño es posible que lo veáis en la tele por el arraigo, importancia y vivencias que conlleva. En el 2010 di el Pregón de esa fiesta y mi poema fue mi bautizo en el mundo de la poesía.
Éste año mi poema forma parte del programa de fiestas. Lo comparto con mucha ilusión invitando a todo el que pueda a pasar éstos días por Bernardos.
Hay decenios cuajados de recuerdos,
hay décadas eternas
que mezclan en la hondura de la mente
los vestigios de dichas y tristezas.
Hay un pueblo entregado a un sentimiento,
que vibra con la espera
de velar a su virgen en su ermita,
que acoge y que festeja.
Cien mil flores orladas de ilusiones,
hay lágrimas preñadas de promesas,
el pálpito turbado
de aquellos que hacen fe de sus ofrendas.
Hay sonidos grabados en el alma,
tejidos por dulzainas y maderas,
corazones exhaustos de emociones
y arraigos a la tierra.
Momentos que merecen ser vividos,
sentirlos a conciencia,
haciendo devoción de los afectos
y firme memorial de las querencias.
Son los ritos, historia y tradiciones,
costumbres que se heredan,
folclore que reviven sus vecinos,
que es parte privativa de su esencia.
Es el fiel entusiasmo de su gente
que ensambla hasta la médula
su amor por la patrona,
que los congrega en torno a la gran fiesta.
Es subir con mirada iluminada,
camino del Castillo, por su senda,
a flor de piel latiendo el corazón,
y pintado en los ojos su belleza.
Es Bernardos, mi gente y mis raíces,
su espíritu y nobleza,
la pasión con que adoran a una dama
que en clamor triunfal proclaman Reina.
El fervor de un impulso inexplicable,
la esperanza en la imagen que serena,
origen y motivo,
Madre divina, tú, mi pizarrera.