Como olas rompiéndose entre las rocas,
así llegaste de vuelta a mi vida.
Con una añoranza no recíproca,
me envolviste como estampida.
Corrí más rápido que el tiempo,
ignoré las lecciones del pasado;
fui un navío que jamás tocó puerto,
con un capitán humillado.
Huí hasta cansarme,
hasta perderte de vista para siempre;
sin saber que había de encontrarte,
donde te abandoné aquel septiembre.
De nada valió la proeza,
caí rendida sobre la arena;
era tiempo de pagar mi condena;
ahora soy tuya, tristeza.