Por muchos años luché en esta guerra sin fin,
combatí contra los ejércitos de la tristeza y el dolor.
Hoy me entrego voluntario a tus brazos,
Dama Azul, Reina y Señora de los desventurados.
Me entrego voluntario con un último grito ahogado,
sin lágrimas ni sollozos, sólo una muda tristeza.
Frente a mí yace el oscuro vacío de la eternidad.
Ni lamentos ni esperanza, sólo miedo y vergüenza.