En el alma una reflexión,
como una ilusión,
como un destello
que pasa raudo
por el umbral de una puerta,
como una ave solitaria
cruzando por la vastedad del cielo,
como un sueño en el que con la
seguridad de entender
lo que de mi conozco,
recorrí un laberinto
donde encontré las claves
de tanto embrollo y
reviví el transcurrir de la vida.
Unos cantos en la niebla
saludaron el amanecer y
el sol que nacía con su armonía
detrás de los cristales,
aportó la realidad:
somos prisioneros del tiempo
sumergidos en el azar de la existencia
en la cual el hielo es el norte
que me desequilibra en
la propensión de sumergirme
en mi mismo congelando
las imágenes pasadas.
El juego, la vuelta,
el antes y el después,
el tiempo que utiliza la
prioridad de hacerse
más rápido cada vez,
la escuela, la simiente,
el ruido de la vida en las venas.
Historias que al mezclarse
flamean en un bosque
en el que soy una sombra
que expone y envuelve los sueños
como la bruma en el ocaso.
El tiempo resbala imperceptible,
estrujo sombras forjando mi desvelo
deshojando la triste realidad,
duele en el centro del alma
el no haber sido nada ni nadie.
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