Tres espadas a través del pecho
un corazón contrito, maldito,
tan perdido en un rugido de dolor
que olvidó que su mandato divino era
transmitir el amor
al cuerpo y al próximo.
Tres espadas entrelazadas,
ponen en tela de duda
las intrincadas maromas que da mi vida
en lastimero intento de todavía
llevar el nombre de una
sin convertirse en mera existencia,
la misma que la de las flores cortadas
que siguen dándonos su belleza,
prestándonos su perfume,
hasta que el tiempo
y su patina de putrefacción
insoslayable
las vuelve al mismo pozo
de polvo
del que todo tuvo origen