Que haya cristales de aire
que las ventanas sean horizontes,
que seamos lo que damos
y no lo que guardamos.
Que el agua limpia nunca cambia
cuando se remueve,
que el cielo se refleje en los ojos
que sólo podamos oír
el viento.
Que haya cristales de aire
que las ventanas sean horizontes,
que seamos lo que damos
y no lo que guardamos.
Que el agua limpia nunca cambia
cuando se remueve,
que el cielo se refleje en los ojos
que sólo podamos oír
el viento.
Tu poema me ha regalado una necesaria calma.
Muchas gracias Manuel.