Todas las noches son la misma noche;
aquellas donde yacen, en su olvido,
las voces que se fueron al cumplido
momento de la gloria y su derroche.
Y se escucha, a lo lejos, ese broche
de los días marchitos, el ceñido
susurro de aquel sueño, ya perdido,
entre aquella tristeza y su reproche.
En esta noche, músicas gastadas,
soñolientas orquestas silenciadas,
palabras que se ausentan en un grito.
Poco a poco nos vamos, lentamente,
sin prisa, al escenario decadente,
a la angustia del tiempo y de su rito.