Tócame con tu silencio de radio sin pilas,
de callado ruido que deambula en las calles,
tras la ventana, dentro de la estancia,
donde se posa el frío de la leña dormida,
en el sillón que lleva el calor de tu recuerdo,
sobre la pantalla apagada del viejo televisor.
Lámparas, libros, ollas huecas, mesas vacías,
en cada espejo sin rostros y sin miradas,
desde aquí y desde siempre buscándote.
Tú tan lejos de la ilusión y la esperanza,
nosotros, escuchando lo que tienes que decir.
Tócame con tus alas desparramadas,
sobre la cama que aún huele a tu ansiedad.
Yo aquí envuelto por los bordes de la casa
lluevo de tanto guardar el agua en la voz.
Me llama el perro y me dice que haces falta,
con ese ruido que se parece a un lamento.
Todos pasan por la puerta y puedes ser tú.
No entiendo por qué ha caído la noche,
si no he podido verme en tus ojos aún.
Afuera, se que hay un afuera que me espera,
cuando me haya terminado de consumir.
El poema transmite esa tristeza velada que nos deja siempre la ausencia de un ser amado, pero de una forma realista,como aceptando el destino sin más escusas. Esta forma de contar los avatares derivados de la soledad y del desamor siempre me encantó.
Saludos
Me gustó mucho como reflejaste el ambiente de ausencia en la casa de un modo tan hermoso, como desde la distancia…pero con ese “tócame” que acerca.
Bello poema, Carlos. Abrazos.
Hermoso poema, cae en la lectura como una lluvia fina de nostalgia. Me han encantado esos versos que dicen: “Yo aquí envuelto por los bordes de la casa / lluevo de tanto guardar el agua en la voz”.
Hay una sonoridad y una musicalidad en todo el poema que envuelve. Un placer la lectura.
Conmueve su magia, porque claro que hay magia en la ausencia recordada. Y ese “tócame” la hace palpable. La devuelve a la vida. Simplemente, gracias Carlos. Un abrazo muy sentido.