No subestimó lo que te hace falta
y que ni yo sé que puedo ocupar,
la verdad nada importa,
me faltan dedos cuando ha llovido lo mismo que te imagino,
extraño la paz y los fuegos artificiales,
la frivolidad de las manos sedosas de amargura,
mis instintos sembrando tiernos peluches,
volitivas razones.
La moto sigue aparcada,
y nunca tuve un destino en la guantera,
tu soledad junto a la mía
un puñado de cenizas.
y pronombres como ocasos,
si me callo y no digo nada…
nada y nadie serán siempre algo y alguien,
un mensaje no leído en la bandeja
El asedio de una noche por dos desconocidos
¿a quién preocupa entonces el hambre entre nosotros?,
el sacrificio de las paranoias
un creador para antes de dormir
la rebelión de fantasías trémulas
relámpagos de tu piel sobre mi piel.
Ya no me consta el ardor de los nervios
girar el mundo hasta reducirnos a pedazos
las memorias en bronce
cogernos bien encima de la lista de tareas,
la misericordia de las ataduras
canciones tristes donde revuelca el cienpiés
azul y muy despacio.
No hay vuelta atrás
uno es el paso y el otro un atajo
aberraciones que inquisidoramente nos hieren
ahí está el polvo, el pueblo, la marca,
el borrador de cada camino
un reloj de campana
el jugador y el delirio
el césped cuando se baña.
Una nueva pubertad despidiendo voces
una corte y una luz girando en mi paladar,
nuestro periodo envejeciendo de tajo,
las calles frías preguntando por nuestras travesuras
entrañables ausencias tornando en un tinto de verano los párpados sin hueso
destripando chozas y un cielo estrellado
un color en todas partes
todas partes con tu nombre.