Tienen tus palabras
el sabor de la huida
como la que dejan los pájaros
emigrantes del invierno.
Tienen la huella de la herida
que quedará en mí,
permanente.
Tienen la aspereza
que produce el viento,
desflorando
los débiles almendros en flor.
Tienen el cansancio repetido
del tropiezo
en la misma piedra,
en los mismos errores.
Tienen tus palabras
la muerte del adiós,
la que derrota a los abrazos,
la que vence a las caricias,
la que definitivamente
ya será para siempre.