Tiempos de Guerra

El cielo se ha oscurecido de repente.
Las ventanas se cierran de golpe sobre nosotros.
El silencio anuncia vientos en la noche,
que arrancará alaridos de dolor en mi pecho.

Un clamor de voces estremece mi canto
y retumba con su eco la quietud de los cielos.

Son tiempos de guerra,
que traen consigo ríos de muerte sobre la tierra.

¡Cuándo acabará esta blasfemia!
¡Todo este odio que has sembrado en tu alma!

Me despierto de mi sueño apacible
y me siento acongojado por los que han caído injustamente.

¡Cuánta muerte es necesaria conjurar,
para que se vuelva llanto en tus ojos
y no puedas blandir tu espada de odio,
sin sentir el dolor que tus manos infligen!

¡Cuántas almas deben partir sin culpa alguna,
para que en tu corazón sientas el calor de la vida
y renuncies para siempre a esta cacería inhumana,
que cae sobre nosotros como un fuego que nos abrasa!

Desde mi estancia los escucho,
son miles los que han abandonado sus cuerpos.

Todos ellos huyen hacia una oscuridad mejor,
que les devolverá la vida que les quitaron con saña.

¡No dejaré que llenen de muerte la vida,
ni manchen con sangre el portal de nuestra casa,
pero siento un dolor que se cierne en mis ojos
y temo que lloraré al final del día porque te habrás ido!

Te prometo una tierra hermosa, libre de horrores,
donde no reinarán aquellos que son indignos,
ni podrán herir con su maldad abominable tu alma pura,
porque tú eres la flor verdadera ceñida a mí alma,
que me conforta cuando la soledad me envuelve.

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