Téano y Pitágoras

Téano: Buenos días esposo.

Pitágoras: ¿cómo has descansado Téa?

Téano: muy bien, gracias al beneplácito de los dioses.

¿Tú?

Pitágoras: nada me ha sido tan revelador y placentero como el sueño… Los dioses se han manifestado como otrora lo han hecho en ti, a través de fugitivos alumbramientos, sino como habrías habido de concebir, de engendrar, con tal naturaleza el número áureo…

Téa: pero por favor, cuenta, lanza tu ruidoso rayo de una vez…

Pita: (su cuerpo emocionado, casi enamorado se desborda, late ligero, patea (…) es que quizá toda creación, aparición, idea, radique en acostumbrar al alma, sí, acostumbrarla a su recogimiento y guardado, como quien guarda un celoso secreto bajo diez llaves o un amor.

Es por eso que debemos acostumbrarla. Es que quizá debemos hacernos la propia alma a sana discreción.

Es su disposición y no dispersión, la que permite se construya, ella no quiere que se pierda su noción, casi podría decir, su existencia en tanto excelencia, de modo que podríamos afirmar que solo tenemos o disponemos de alma en tanto la podemos con-centrar en un punto del cuerpo-tiempo. Pero entendiendo el tiempo como un poderoso tiempo no lineal. Es decir, entramos en otra dimensión, no ya en la del tiempo cronológico, para así poder vivir la experiencia inmersiva que todo cuerpo-alma desea y necesita.

Porque los dioses me lo han revelado en el sueño, nos con-centramos tanto como es posible concentrarnos en los números con el fin de alcanzar una perfección mayor y, siempre es, la de nuestro sí mismo. Sólo a partir de una interior perfección mayor podemos ser su reverso, una mayor perfección exterior y donde claramente en relación ambas se confunden.

A decir verdad, al obrar con frecuencia en el recogimiento del alma y de su retirada, el alma se acostumbra y procede ya naturalmente a recogerse, a regirse, a gobernarse, a situarse a partir de todos los puntos del cuerpo. Es que creo que lo que opera en sí es ¡ya! un ejercicio de centramiento de nuestro yo.

¡…!

Téa: (serena… silenciosa, mueve sus ojos pensativa hasta que después de un elástico momento, de golpe, responde).

Será que ese centramiento del yo, esa con-centración, no es más que el pasaje de un pequeño yo a un gran yo, a un yo mayúsculo…

Auto-formado por el sí mismo.

Es decir, auto-determinado en esa relación íntima de sí a sí, de auto to auto…

Pita: podría ser… dejémonos llevar por el momento, abramos nuestro tiempo a otra temporalidad. Escuchemos música, ¿escuchas la voz de los pájaros que aun flota en el aire?

Tratemos de oír alguna posible respuesta en los dioses…

Téa: ¡que así sea!

(Ambos callaron, es decir cayeron extasiados frente al sonido de lo natural, frente a la emergencia de la verdad, que digámoslo de una vez, no es más que un momento óptimo, oportuno y, de algún modo, para nuestro propósito: divino, lo mismo que perfecto…).

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Qué maravilloso diálogo poético entre Téano y Pitágoras. Aplausos muchos.

Siento que profundizas en la búsqueda de la sabiduría y la conexión con lo divino a través de la reflexión sobre el alma y la concentración.

Nos ayudas a explorar la idea de que el autodescubrimiento y la perfección provienen de un enfoque interno y una relación íntima con uno mismo.

Al leer tu escrito, la conversación parece ser como una meditación sobre la esencia de la existencia y la búsqueda de la verdad.

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Tu descripcion es perfecta en sintesis y en sentido. Gracias Ale por tu atenta y calurosa lectura *ya compartida). :two_hearts:saludos Cari

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Geacias Magda por tu lectura​:sparkling_heart::two_hearts:

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