Te sé como un amor ya viejo, con retraso de caricias.
Te sé por tu archipiélago de tintas perecidas.
Por tus mutismos y el archivo de tus medianas tristezas.
¡Sé que el corazón manda y no obedece!
Si lo pienso bien, te sé porque este amor es de leche
y de la verdad no guarda una sola distancia.
Porque deseaste ser marinero y te navegué
y supe de tus vinos entre la niebla que transpira de mis manos.
Te sé de pie sobre tu idioma y la sangre de tu propia palabra.
Te sé aferrado a clavos de muerte
y mordiendo a cada instante tus obstinados panes.
Te sé porque me bebes en sangre y siento tu corazón de aguja solitaria.
Te sé porque me araña y me inquieta y me pregunto,
si desde siempre, no era yo la víctima natural de tus amaneceres…
Si.
¡Te sé!